Dos ranitas cayeron en un tambor que
contenía leche hasta la mitad. Aunque eran buenas nadadoras, empezaron a
cansarse, pero, cuando intentaron salir, descubrieron que estaban demasiado
lejos del borde como para alcanzarlo de un salto. Una de las ranas se desesperó.
No puedo más-jadeaba-, no saldremos vivas de aquí. -Resiste, resiste-respondía
la otra-. Ya encontraremos una solución. No debes abandonar. Sigue nadando,
manténte a flote. Un rato más tarde, la ranita quejumbrosa renunció a continuar
esforzándose, y se ahogó. Su valiente compañera siguió nadando, con la energía
que da la confianza. Y tanto nadó, que la leche comenzó a cuajarse por el
batido de sus patas hasta que se convirtió en sólida manteca. En ella hizo pie
para dar un salto que la sacó triunfal, de la trampa.
Del LIbro "Pequeñas Historias
para Grandes momentos de Walter Salama"